martes, 9 de noviembre de 2010

Los primeros años del niño | Revista OHLALÁ! 

Los primeros años del niño Revista OHLALÁ!

Mariana Perel, periodista, escritora, su último libro es "Darse a Luz, 7 madres, 7 historias de amor.

lunes, 29 de marzo de 2010

La tarea

Mateo hace la tarea “como puedo, mamá”, me ataja. Yo paro. La maestra nos enseña (a los padres) que el primer grado debe hacerles sentir a los chicos que “pueden”, a su manera. Y yo estoy descubriendo la manera de mi hijo.
No pensé que me resultaría tan fuerte su escolaridad. Me impacta verlo crecer. Marcela, amiga y madre de tres chicos grandes, me cuenta que cuando los chicos crecen los padres comenzamos a reconocerlos con sus limitaciones y, también, con herramientas que desconocíamos. Lo cierto es que, aunque esté prevenida -me rodean amigas con hijos mas grandes que los míos- no deja de sorprenderme la autonomía que va cargando Mateo en su mochila: su mochila, no la mía.
Quizá todos estos años de escolaridad sean los necesarios para criarlos; también, para dejarlos ir. Una instancia que –imagino- a los padres de chicos pequeños se nos ocurre tan lejana como imposible. Pero ahí está. Esperándonos. Esperándolos. Y en hora buena.

lunes, 1 de marzo de 2010

Pensé que no iba a llorar

Le damos la bienvenida a la bandera, escuchamos las palabras del director, vemos distribuir a los alumnos en las aulas; entonces, la maestra nos dice “papás, los invito a despedirse de los chicos; después, pueden irse”. Nosotros la miramos con los ojos aún más abiertos que los de nuestros hijos y, esbozando la mejor sonrisa, nos quedábamos estáticos. Como si fuera posible presenciar cada uno de sus pequeños pasos, como si fuera posible ser parte y testigo de la vida que les pertenece.
Beso a Mateo, quien todavía necesita de mi mirada, de mi sonrisa, de mis dos pesos para el kiosco “por si tengo hambre, mamá”.
Mi hijo empezó primer grado y yo tengo un nudo en la garganta que ni siquiera desatan las palabras que escribo.

domingo, 14 de febrero de 2010

El primer grado

En pocos días mi hijo mayor empieza primer grado. En la reunión de padres nos pidieron no tener expectativas…¡como si se pudiera! Como si se pudiera no pensar en las personitas en que se están convirtiendo con gustos, poderes y limitaciones propias. Como si se pudiera no recordar la propia infancia.
Mi hijo me pregunta sobre la niñez. De mi primer grado recuerdo (o me lo contaron, es casi lo mismo) que la maestra no lograba hacerme entrar por la puerta, yo prefería la ventana. Todavía me cuesta que me digan cómo se hacen las cosas, siempre encuentro una manera (una ventana): la mía.
¿Entrará mi hijo por la puerta o por la ventana? ¿Se sentará en el primer o el último banco? ¿Tendrá un mejor amigo? ¿Le gustará escribir? ¿Disfrutará de los deportes? ¿Qué será de el? ¿Seré capaz de escucharlo y ayudarlo cuando lo necesite?
Él empieza primer grado, yo a su lado. Creciendo también.

viernes, 12 de febrero de 2010

Las madres se confiesan

Llevo años publicando libros de entrevistas que bien parecen confesiones. En el último libro “Darse a Luz. 7 madres .7 historias de amor”, entreviste a mujeres cuya la maternidad les cambió la vida. Lo interesante fue que las lectoras, después de pensar las historias de las entrevistadas pasaban, automáticamente, a la propia.
Este blog nació la idea de hacerles un lugar a todas. Pretende ser algo así como una charla de café entre amigas donde las confesiones, facilitadas por el anonimato, caigan una a una en este mundo virtual que también es carne, y complicidad y red que nos sostiene. Como las amigas.

Aquí va la primera confesión, la mía:

Acá estoy, en Buenos Aires, con mi marido y mis hijos de dos años y medio y de seis…y sin ayuda de nadie. La empleada se tomó sus merecidas vacaciones y yo pensé que sola iba a morir. Pero no, me entusiasmé limpiando la casa, paseando con los chicos, y sobre todo, poniendo la cabeza a descansar. No pienso en nada: el lavarropas, la comida, el “Cif” me hicieron olvidar de cualquier otra preocupación, y no está mal. Estoy disfrutando de esta falta de exigencias laborales y el tener la mente en blanco. Lo único que hago es leer muchísimo. O sea: estoy en Buenos Aires, sin ayuda, con los chicos y me siento de vacaciones, es algo realmente increíble. Por otro lado, estoy fascinada pensando que en menos de una semana vuelve la ayuda y voy a poder irme…sí, solísima: al cine, a estar con amigas, a arrancar con el trabajo que me invento año a año, ya que trabajo de manera independiente .
Ahora… ¿cómo es posible que pueda disfrutar tanto de estar en casa, con mis hijos y mi marido y, a la vez, esté fascinada con la posibilidad de salir de casa apenas llegue la ayuda? ¿Cómo es posible que necesite tanto de las dos cosas? ¿Estar fuera y dentro de casa? Contradicciones, ambigüedades, o no, será que puedo disfrutar de una cosa porque tengo la otra, y viceversa. No llego a darme cuenta cómo es esto, me pasa simplemente, y es un misterio.