domingo, 14 de febrero de 2010

El primer grado

En pocos días mi hijo mayor empieza primer grado. En la reunión de padres nos pidieron no tener expectativas…¡como si se pudiera! Como si se pudiera no pensar en las personitas en que se están convirtiendo con gustos, poderes y limitaciones propias. Como si se pudiera no recordar la propia infancia.
Mi hijo me pregunta sobre la niñez. De mi primer grado recuerdo (o me lo contaron, es casi lo mismo) que la maestra no lograba hacerme entrar por la puerta, yo prefería la ventana. Todavía me cuesta que me digan cómo se hacen las cosas, siempre encuentro una manera (una ventana): la mía.
¿Entrará mi hijo por la puerta o por la ventana? ¿Se sentará en el primer o el último banco? ¿Tendrá un mejor amigo? ¿Le gustará escribir? ¿Disfrutará de los deportes? ¿Qué será de el? ¿Seré capaz de escucharlo y ayudarlo cuando lo necesite?
Él empieza primer grado, yo a su lado. Creciendo también.

viernes, 12 de febrero de 2010

Las madres se confiesan

Llevo años publicando libros de entrevistas que bien parecen confesiones. En el último libro “Darse a Luz. 7 madres .7 historias de amor”, entreviste a mujeres cuya la maternidad les cambió la vida. Lo interesante fue que las lectoras, después de pensar las historias de las entrevistadas pasaban, automáticamente, a la propia.
Este blog nació la idea de hacerles un lugar a todas. Pretende ser algo así como una charla de café entre amigas donde las confesiones, facilitadas por el anonimato, caigan una a una en este mundo virtual que también es carne, y complicidad y red que nos sostiene. Como las amigas.

Aquí va la primera confesión, la mía:

Acá estoy, en Buenos Aires, con mi marido y mis hijos de dos años y medio y de seis…y sin ayuda de nadie. La empleada se tomó sus merecidas vacaciones y yo pensé que sola iba a morir. Pero no, me entusiasmé limpiando la casa, paseando con los chicos, y sobre todo, poniendo la cabeza a descansar. No pienso en nada: el lavarropas, la comida, el “Cif” me hicieron olvidar de cualquier otra preocupación, y no está mal. Estoy disfrutando de esta falta de exigencias laborales y el tener la mente en blanco. Lo único que hago es leer muchísimo. O sea: estoy en Buenos Aires, sin ayuda, con los chicos y me siento de vacaciones, es algo realmente increíble. Por otro lado, estoy fascinada pensando que en menos de una semana vuelve la ayuda y voy a poder irme…sí, solísima: al cine, a estar con amigas, a arrancar con el trabajo que me invento año a año, ya que trabajo de manera independiente .
Ahora… ¿cómo es posible que pueda disfrutar tanto de estar en casa, con mis hijos y mi marido y, a la vez, esté fascinada con la posibilidad de salir de casa apenas llegue la ayuda? ¿Cómo es posible que necesite tanto de las dos cosas? ¿Estar fuera y dentro de casa? Contradicciones, ambigüedades, o no, será que puedo disfrutar de una cosa porque tengo la otra, y viceversa. No llego a darme cuenta cómo es esto, me pasa simplemente, y es un misterio.