Mateo hace la tarea “como puedo, mamá”, me ataja. Yo paro. La maestra nos enseña (a los padres) que el primer grado debe hacerles sentir a los chicos que “pueden”, a su manera. Y yo estoy descubriendo la manera de mi hijo.
No pensé que me resultaría tan fuerte su escolaridad. Me impacta verlo crecer. Marcela, amiga y madre de tres chicos grandes, me cuenta que cuando los chicos crecen los padres comenzamos a reconocerlos con sus limitaciones y, también, con herramientas que desconocíamos. Lo cierto es que, aunque esté prevenida -me rodean amigas con hijos mas grandes que los míos- no deja de sorprenderme la autonomía que va cargando Mateo en su mochila: su mochila, no la mía.
Quizá todos estos años de escolaridad sean los necesarios para criarlos; también, para dejarlos ir. Una instancia que –imagino- a los padres de chicos pequeños se nos ocurre tan lejana como imposible. Pero ahí está. Esperándonos. Esperándolos. Y en hora buena.
1 comentario:
mariu!
gracias por la visita y ojalá vos también sigas escribiendo en tu blog, es muy lindo leerte.
te mando un abrazote, gracias muchas pro el vestidito, ya lo usé jejej
y a ver cuándo veníssssss!
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